viernes, 26 de febrero de 2016

Adultez (adultez joven)

Un día despiertas y ha pasado el tiempo. Tu mirada es cansada y suele dolerte, de vez en cuando, alguna parte del cuerpo que solias sobrexplotar de niñe, puberte y/o adolescente.
Te das cuenta que te siguen rondando las mismas preguntas que cuando eras más joven, pero que ahora son muchas más y tienen muchos más matices. Sigues sintiendo, pero ahora no tan a menudo, aquella vida y los sueños que solías sentir y que te hacían vibrar unos años atrás.
Empiezas a entender más profundamente todas aquellas frases coloquiales que te decían tus mayores y uno que otro consejo que recuerdas que tenía que ver con disfrutar la niñez y no tener prisa de crecer.
Pues eso, eres un adulte, o al menos esto me pasó a mí. Tocan demasiadas responsabilidades a la puerta de cada mañana para recordarte que ya recaen sobre tu peso y el de otres muches más adultes como tú.
Pero la vida no se detiene, el concepto del tiempo es voraz, y no pausa para que te puedas acomodar el disfraz, los calzones o el cabello. Simplemente pasa.
Recae en cada uno interpretar y darle el valor necesario para que esa vida que comienza cada mañana pueda tener un sabor, aunque amargo, delicioso como el café y puedas agregarle lo dulce que quieras, ya sea con una bollería o algo tan simple como el azúcar.

Voy por la calle, disimulando que soy madura, educada y tengo empatía con las personas. Bueno no, en realidad intento interpelar en cada momento a mi mejor posición en el mundo, que sin duda me da un mejor sabor de boca mientras ando por ahí. Por ejemplo, de vez en cuando me doy cuenta que alguien requiere ayuda y le echo una mano, claro dentro de mis posibilidades, porque me ha tocado ver a un ciego pedir ayuda para cruzar la calle mientras mi microbús arrancaba y faltaba bastante para mi descenso. No era imposible, lo sé, pero no era yo la indicada.

En realidad, en la calle pasan muchas cosas y estar sola caminando o viajando me hace pensar en muchas miles de posibilidades, como la sencillez de informarle al joven de adelante que su mochila tiene un cierre abierto, e inmediatamente pensar en las mil posibilidades y decir mentalmente, bueno, está vacía, puede ser que esa persona sepa ya de su condición y en realidad no le importe ni le sirva mi intervención; y así muchos pensamientos más que te hacen perder la oportunidad de ayudar a un ser desconocido. Esta ocasión mi cabeza se clavó en algo que la sociedad nos hace pensar como negativo, y que bueno, en realidad suele serlo. Los chismosos y entrometidos a nadie nos encantan, aunque quién sabe tal vez pueda ser bien agradecido, termines incomodando o, incluso, hacer enfurecer a la gente por tu simples ganas de ayudar. Me ha pasado.

Esto me parece triste porque cuando yo era muy adolescente (que seguro que aun lo soy, pero un poco menos) este tipo de pensamientos eran muy ligeros y no me impedian interrumpir a la gente para decir mis dudas, o consejos, incluso en ocasiones hasta aprovechar y pedir algo, un favor, la hora, una sonrisa, una moneda, o un interlocutor. Siento que hay un miedo por ahí que nos invade de vez en cuando a muchos (no a todes, es claro), porque notas que muchos tratan de dar una moneda al señor que va cantando pero como les da pena llamar la atención (o simplemente no te gusta hacerlo) no echan un grito para que vuelva a pasar a su lugar. Típico en el metro.

Yo debraio mucho con estas cosas. Pero también es que pasan cuando  miras todo con otros ojos, cuando uno va por la vida siendo adulto (jajaja ahora parece que hablo como si el año pasado que tenía 24 años no supiera nada de la vida, pero es sólo que esto pasó paulatinamente pero hasta ahora me percaté).

Hace unos días caminaba con algo de prisa por las calles de una colonia poco concurrida y vi a un niño (desconocido para mí) a lo lejos que jugaba con una espadita. El chamaco jugaba a solas mientras esperaba que atendieran a su madre en la tintorería. De inmediato pensé en ponerme a jugar con él, pero el tiempo me comía. Seguí mirando el andar de mis pies en la banqueta y al pasar casi junto a él noté que me retaba un duelo, lo miré directo a los ojos sudando la gota gorda porque al retirarme sería el fin de mis vidas ficticias y él ganaría invicto. Así que lo miré directo a los ojos, creo que lo maté con la mirada y de inmediato sonrió con esos ojos traviesos que me contagiaron la sonrisa y la expresión. Al menos nos habíamos enfrentado, él comprendió mi partida y yo le regalé algo, quien sabe qué.

La adultez te hace dudar más, es la verdad, ya sabes los riesgos y a veces te da miedo pensar en perder o sacrificar cosas. Al menos encontrarme con este niño me hizo notar que aún se esconde en mí algo de eso (tal vez por eso sigo siendo medio adolescente). Cuando eres niñe  libre no entiendes de esos miedos y vas aprendiendo por la mala, o tienes suerte y no aprendes nada jajaja. Cuando eres joven puedes saber los riesgos pero te valen poco a comparación del goce.

Ay como se extrañan los años de locura en lo que poco importaba los regaños de los adultos. Ahora lo que no quieres es preocuparlos. Y aunque esa vida sigue latente se queda por ahí atorada en el raciocinio. Uno intenta, sobre todo, "comportarse a la altura" porque por años te (bueno quiero decir a mí, me) pidieron ser no tan impulsive y pensar un poco más las cosas. Aún se es impulsive, pero en cosas como las peleas con los coches de a lado, la persona que se mete en la fila, entre otras cosas que sólo sacamos con la parte -como dijo Edna que vio en pictoline xD- cavernícola de nuestro ser. En verdad, muchas veces no sabemos que el coche de un lado se metió bruscamente para esquivar un bache, o que la persona que se mete en la fila en realidad tiene una emergencia.

Lo malo de ser adulto es que entiendes más las dudas y por lo tanto ahora yo entiendo más que vivimos enojados, muchos, más por este sistema, el gobierno y el ritmo de la ciudad. La familia, el dinero, los cuates, los vecinos, buff siempre nos bombardean por todos lados. En el trabajo hay mucho esclavismo. El gobierno parece reírse de nosotros en nuestra cara, si dices algo te apalean unos ciudadanos uniformados semi roboticos. Esta ciudad es de locos, aceptemoslo, yo he tenido que parecer una loca para poder llevar una vida feliz jaja. Y bueno creo que de eso se trata, nadie explica al 100% cómo ser adulto porque nadie lo sabe en realidad. Te dan consejos y sabes algunas nociones, pero hay que vivirlo, y bueno todos tenemos algo de locos no?

Yo la loca de los perros, protegiendo a seres que "sólo es un perro". La loca por su abuelita defendiendola a capa y espada de problemas que "no son tus problemas". Patrocinado por, "y la tesis?". jaaja '._.

Muy buenas locuras todas, pero al final te das cuenta que bueno, el tiempo pasa, uno jamás se da cuenta, digo, sabes que el reloj corre, pero jamás entendemos en su totalidad el concepto hasta que por fin, despiertas y te das cuenta de que ahora filtros de interpretación de la vida llevan tu edad y experiencia encima, aunque poca y corta en mi caso, es basta para mirar a los chaves de hoy y decir, bueno lo que hacen está mal, pero a su edad yo estaba igual o incluso peor, aunque, en mis tiempos era distinto todo.

Queda mucho que aprender, no podremos aprenderlo todo, pero es importante estar abiertes a todo lo que se acerque a enseñarnos. La vida y el cuerpo son maravillosos, pero hay que cuidarlos y amarlos para que den su rendimiento que al final de todo, uno puede desaparecer pero haber sentido la plenitud en todas sus formar y saber que siempre hay cómo mejorar, no hay caminos que seguir, hay que hacerse de sus caminos.





No hay comentarios.:

Publicar un comentario